martes, 29 de enero de 2013

No me sale a cuenta comprar un televisor

A diario llegan a mi mesa de trabajo diversas revistas que ofrecen productos electrónicos, entre ellos, televisores LCD, HD, 3D, etcetede. Brindo un poco de mi tiempo para revisar las ofertas y observo que la tecnología ha abrazado a este aparato: un sinfín de cualidades abrumadas en un solo objeto de 30, 40 o 50 pulgadas. Cierro la revista y concluyo que no me sería útil comprar uno de estos porque, prácticamente, no lo usaría.


No lo aprovecharía porque salgo muy temprano a trabajar (como muchos) y solamente vería algunos cinco minutos de titulares de noticias (los cuales se resumen en: muerte, violación, accidente y corrupción).

No lo utilizaría porque después de mis largas horas de trabajo (así como el horario de muchos) me dirijo a estudiar (y no soy el único) hasta muy tarde y se extingue así mi encantador día.

No lo usaría porque al encenderlo y ver la programación nacional, lo apagaría de inmediato: no me resulta productivo ver magacines de farándula ni telenovelas ni programas donde se inventen relaciones amorosas o donde no se muestren temas educativos.  

Tal vez lo utilizaría para ver algún partido de fútbol internacional (pues me encanta ese deporte) o un evento importante (como cuando Vargas Llosa ganó el Nobel) o un sketch cómico bien pensado y poco vulgar (aunque suelen ser escasos); en otros términos, creo que vería muy poco, ¡y solo los fines de semana! Incluso, solamente lo usaría para conectar algún reproductor de videos y apreciar una buena película.

En conclusión, a pesar de ser abrumado por las ofertas tecnológicas, como las de los televisores, no me compraría uno pues no tendría tiempo para usarlo y, además, no habría un contenido trascendente que visualizar. 

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