Jueves 17 de febrero. 7.00pm. Me dirigía hacia Chorrillos, a la estación Matellini, en el Metropolitano. Leía Los cuadernos de don Rigoberto de Mario Vargas Llosa. Un grupo de chicos miraba la portada. Yo los observaba. Cuchicheaban. Continué leyendo. ¡Un grito! Mi mano sobre el asiento delantero. Señores lanzados hacia el vacío. Una joven aferrado a su acompañante. Un carajo contra el destino. ¡El estúpido chofer hizo que el bus se subiera al sardinel cerca de la estación Plaza de Flores! Nadie podía creer que el vehículo se encontraba encaramado, compartía la vía exclusiva y parte de la calzada de la avenida Paseo de la República. Los pasajeros culpaban al chofer. Algunos criticaban la rapidez con la que iba, que no estaba efectuando bien los giros, que Castañeda no les paga, que están más de ocho horas conduciendo, que el Mudo no construyó correctamente las vías, que Comunicore, que cierren el Metro, que ahora venga él a sacarnos. ¡Dios, qué boquitas!
Sugerimos al conductor que abra la puerta derecha (la de emergencia) para que todos los pasajeros bajemos y que recién efectúe las maniobras que lo sacarían del atasco. No hubo respuesta. Propusimos que se comunique con el jefe de estación para solicitar autorización y así evacuar con calma del bus. No hubo respuesta. Exhortamos al chofer que acuerde con el policía, quien ya se había acercado, el bloqueo momentáneo del tránsito de la avenida y descender así sin riesgo de atropello. No hubo respuesta. ¡¿Estos cojudos han sido preparados?!
Por presión de los pasajeros, los encargados permitieron que descendamos. Caminamos hacia la estación y tuvimos que subir al paradero del bus. ¡No había escalera para los adultos! Señores con mayor fuerza tuvieron que empujar a los ancianos para que asciendan. Dentro de la estación, no nos daban respuesta para saber si nos íbamos por nuestra propia cuenta o si debíamos esperar el bus siguiente. El vehículo se mantenía atascado. Una larga fila se formaba detrás de él. Después de varios minutos, tomaron la calzada de Paseo de la República. Pasaban uno, dos, tres y nosotros, bien gracias. El ímpetu de la gente hizo que detuviera uno para que nos dejaran subir. Recién el jefe de estación autorizó el ascenso.
Según averigüé, el tránsito volvió a la normalidad después de una hora. En la estación Central hubo incomodidad porque obligaban a los pasajeros a interrumpir su viaje. Fue un caos total. No es la primera vez que ocurre un accidente de este tipo en la vía del Metropolitano. No entiendo por qué no tienen un conjunto de alternativas
preestablecidas para solucionar emergencias como estas. Muy bien, el servicio es nuevo, no tiene más de siete meses, pero repito: ¡No es el primer incidente que ocurre! ¿Por qué no se ha adquirido una grúa? ¿Por qué no hay una escalera para que las personas suban a las estaciones? ¿Por qué los choferes no tienen capacidad de reacción? ¡Es increíble que no puedan pensar más rápido para solucionar eventos como el sucedido!
Al parecer, no terminamos de comportarnos como buenos peruanos: no prevemos, no reaccionamos, no nos comunicamos con eficiencia, preferimos la informalidad, etcétera. Espero que tal suceso solo haya sido uno más que quedará en la historia de este joven sistema de transporte. Debe haber más preparación si queremos pugnar por ser un país desarrollado, pero con personas como estas… por hoy lo dudo.

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