Un día como hoy, hace ciento noventa años, se oyó un grito ansiado por los pueblos: “¡Libertad!” Miles de peruanos acariciaron ese precioso don que Dios entregó a los hombres y, desde ese momento, se aferraron a las palabras del libertador José de San Martín: “Libres” e “independientes”.Esa causa justa fue promovida no sin poco sacrificio. Cientos de próceres y precursores, así como la misma población, tuvieron que pugnar contra los opresores para así abrazar la libertad, es decir, se inmolaron para que otros tuvieran vida hoy. Prácticamente, los peruanos habían sido acostumbrados al dolor y al martirio.
Tal vez, con estas últimas palabras, recordemos a nuestros compatriotas y lo que tuvieron que pasar para arribar a un nuevo país en busca de un mejor futuro. Cada uno de ellos posee una experiencia particular, guardada en su memoria y corazón, sobre los momentos vividos en aquellas épocas migratorias. Pero, al evocar esto, podemos decir que -así como para la obtención de la Independencia- el sacrificio culminó en redención. Hoy, allí en el país donde radican, se encuentran felices y orgullosos de su patria y de sus bondades. ¡Y nosotros también lo estamos! Poseemos una maravilla mundial, que hace cien años fue revelada para el gozo de todos: Machu Picchu; el Perú ha engendrado a su primer Premio Nobel de Literatura: Mario Vargas Llosa; tenemos el lago navegable más alto del mundo: el Titicaca, y albergamos muchas otras virtudes dignas de ser expuestas para la admiración universal. Pero, sobre todo, en estos últimos tiempos, reconocemos la más grande e incalculable bondad que tiene el Perú: su gente. Hoy la población ha aprendido a amar lo suyo, valorar sus riquezas y exponer su cultura; esta gente de todas las sangres es sin duda, el tesoro más sagrado que posee el Perú.
Hoy, hermanos, también vivimos una nueva libertad. Es hora, entonces, de despojarnos de ese traje de derrota y de tristeza, de sacudirnos el polvo de la holganza y de la desidia, de borrar de nuestras mentes el prejuicio y la indiferencia. Hoy 28 de julio nace un nuevo Perú, así como nacerá cada año cuando nuestros corazones lo recuerden, cuando traigamos a la memoria esa bendita tierra que nos acogió en su regazo, cuando en una visión melancólica tengamos presente a la patria que instauró todas las identidades en una sola identidad, dentro de nuestro ser. Hoy, hermanos peruanos, dibujemos una sonrisa incontenible en cada uno de nuestros rostros porque verdaderamente somos libres, ¡y seámoslo siempre!, repitiendo con total emoción: ¡Viva la patria!, ¡Viva la libertad! y ¡viva la independencia de nuestro hermoso y queridísimo Perú!

